El corcho es el secreto mejor guardado del vino y considerado uno de los protagonistas en el vino. Su papel es tan importante que se le considera el guardián del sabor que disfrutamos en cada copa.

Se obtiene de la corteza externa del árbol Alcornoque (Quercus suber). El proceso consiste en extraer la corteza del alcornoque cortado con un hacha y uniendo las grietas verticales del corcho.
Cada año crece una nueva peridermis formada por anillos que crecen de dentro hacia fuera del árbol. Le protege frente a las condiciones climáticas extremas o incendios y tiene una gran capacidad de regeneración cada vez que es retirada del árbol.
La primer saca del árbol se denomina “corcho bornizo”, es cuando el árbol tiene entre 30 y 60 años y sólo se utiliza para la elaboración de elementos decorativos y aislamientos termoacústicos.
A partir de los nueve y catorce años se produce el segundo descorche, del cual se obtiene un material llamado “corcho secundario” que cuenta con una estructura regular menos dura pero aún no es válido para la producción de tapones.

Cuando el árbol tiene entre los 40 y 50 años, se logra obtener la tercer saca denominada “corcho amadia o de reproducción”, es cuando ya el corcho cuenta con las propiedades adecuadas para la producción de tapones de calidad. El alcornoque proporcionará corcho cada 9 y 14 años. Su explotación durará un promedio de 150 años, lo que equivale a unas 14-15 sacas de corcho.
El corcho ha sido compañero inseparable del vino por dos atractivos propios del material: porosidad e impermeabilidad.
Dada su elasticidad cumple con una doble función:
- Microoxigenación del vino. Conserva y evita que el oxígeno penetre en la botella o que bacterias y moho acaben en nuestra copa.
- Protege el interior de la botella del exceso o defecto de humedad ambiental del exterior. Su exceso o defecto es una de las señales que un corcho nos dará de una mala conservación: mientras su falta resecará el corcho , el exceso provocará la aparición de hongos en su superficie.
El corcho permite la entrada de un miligramo de oxígeno a la botella en un periodo de un año. Aunque parezca mínimo, es un factor a considerarse, debido a las botellas en su mayoría reposan más de dos o tres años en la cava antes de liberarse para su consumo.
Esta cantidad de oxígeno es suficiente para ayudar a integrar los sulfitos, compuesto que muchos productores le agregan al vino para protegerlo de la oxidación.
Ahora que ya conoces la importancia del corcho en la conservación de vino es importante que guardes tus botellas de la mejor manera.